El hombrecino

Durante más de 35 años mi abuelo, Hombrecino, llevó guardada en su monedero una lista de 121 nombres mecanografiados. Eran vecinos de su pueblo y alrededores que habían sido fusilados al inicio de la Guerra Civil y llevaban desaparecidos desde entonces, abandonados y olvidados en fosas comunes. A menudoleía los nombres, emocionado, describiéndome con asombrosa claridad de detalles quiénes eran. Desde pequeña me contó sus historias y me hizo partícipe de una vida que conocí a través de sus recuerdos. Mi curiosidad y el deseo de comprender su anhelo me llevaron a los lugares que guardaban la memoria del conflicto y de los desaparecidos. Lo que más me gustaba era mostrarle lo que había visto a mi regreso y, poco a poco, mi búsqueda se convirtió en un viaje compartido con él. Aunque estas personas llevaban desaparecidas más de setenta años, habían permanecido vivas en su memoria. Desaparecieron realmente cuando la memoria de mi abuelo empezó a fallar, pero antes de que eso ocurriera tuvimos la oportunidad de viajar juntos a su pueblo, al que no había vuelto en décadas, para reencontrarnos con los nombres de la lista por última vez.